Los lavaderos son construcciones tradicionales situadas junto a las fuentes, manantiales, pozos, arroyos o ríos que solían abastecer de agua a los pueblos. Por lo general estaban formados por varios elementos: la fuente, que proporcionaba el caudal de agua; el abrevadero, destinado a dar de beber a los animales de carga y al ganado; y el lavadero, un espacio (cubierto o al aire libre) con una o varias balsas de agua. Su perímetro solía estar revestido con losas de piedra de distintas texturas, pensadas para facilitar el lavado y aclarado de la ropa. Estos lavaderos podían estar a ras de suelo o elevados.
Normalmente, solían ubicarse a las afueras del núcleo urbano. Además de cumplir una función práctica en la vida cotidiana, eran lugares para el encuentro social, especialmente para las mujeres. Allí lavaban la ropa, conversaban, cantaban, compartían vivencias y se relacionaban entre sí haciendo más llevadera la tarea.
Muchos de ellos se construyeron con tejado para proteger del sol o la lluvia, aunque en Ayerbe algunos de ellos han perdido esta estructura y otros fueron concebidos como estructuras a cielo abierto.
Los lavaderos públicos fueron infraestructuras clave en la vida rural de los siglos XVIII y XIX.
Durante el siglo XIX, Ayerbe contaba con varios repartidos por la localidad: La Canal, La Canaleta, La Canaleta Baja, los Quiñones y el Lavadero de los Tres Caños. Su uso estaba regulado por las autoridades locales, reflejando la importancia del agua y la higiene en la vida comunitaria.
Las fuentes y lavaderos de Ayerbe, especialmente el conjunto de la Fuente de los Tres Caños, son un valioso testimonio de la organización social, el uso comunitario del agua y la vida cotidiana en la Edad Moderna y Contemporánea. Su tipología y distribución ponen de manifiesto la importancia del agua en la economía agropecuaria y en la vida social del municipio.
Hay otras poblaciones del municipio que igualmente cuentan con fuente y lavadero.
En el pueblo de Losanglis se integran en una única construcción que incluye además el abrevadero y datan de la primera mitad del siglo XX.
Asimismo en Fontellas existe una fuente-lavadero del siglo XVIII que aprovecha las aguas de un manantial próximo y del que seguramente deriva el nombre de la población. La fuente presenta características propias de las fuentes renacentistas aragonesas del siglo XVI. Algunos autores sugieren que la zona pudo estar habitada desde el Paleolítico debido a la presencia del manantial y de yacimientos arqueológicos hallados, dado que la existencia de un manantial era un gran incentivo humano desde la prehistoria.
La tradición popular incluso atribuye a la fuente una leyenda curiosa: si se abusa de su agua acaba produciendo sordera.
Es importante preservar este tipo de construcciones como muestra de nuestro patrimonio cultural, histórico y social. Reflejan cómo se vivía y trabajaba en el pasado además de ayudar a mantener viva la memoria en torno a estos espacios. Presentan técnicas constructivas tradicionales, materiales locales y diseños adaptados al entorno, lo que las convierten en auténticos bienes etnográficos que ayudan a comprender mejor la relación entre el ser humano y su medio.También fueron lugares de encuentro comunitario y espacios de socialización, especialmente para las mujeres. Su conservación representa una oportunidad para revalorizar el medio rural y atraer a personas interesadas en la historia, la arquitectura y las tradiciones populares.
