El Imperio Romano dejó su huella en el sur de Ribagorza, donde se encuentra uno de los más grandes descubrimientos romanos de Aragón y de todo el Pirineo: la ciudad de Labitolosa, en las proximidades de La Puebla de Castro. Una ciudad que existió desde el siglo I a.C. hasta el siglo II d.C., cuando fue bruscamente abandonada.
El conjunto se extiende a lo largo de casi doce hectáreas del Cerro Calvario, desde donde se domina un amplio territorio y la confluencia de los ríos Ésera e Isábena. Un lugar escogido por sus buenas comunicaciones y terrazas fluviales para la práctica de la agricultura y la ganadería. El yacimiento Romano de Labitolosa comenzó a excavarse en 1991, lo que ha permitido sacar a la luz, estudiar y adecuar a la visita turística las principales estructuras del yacimiento, aunque queda todavía mucho por excavar.
Las investigaciones llevadas a cabo, han constatado que esta ciudad fue creada en el S. I a.C. y abandonada a mediados del s. II d.C. Los restos más importantes que conservamos son la Curia y dos Termas. Tanto la curia como las termas, han sido habilitadas para poder ser visitadas sin deteriorar el yacimiento. Unas actuaciones, que han favorecido una visita fluida de los visitantes donde se pueden adentrar en los principales descubrimientos arqueológicos sin perjudicarlos y dónde se les informa, mediante paneles de cómo se vivía en la época romana y la utilidad de los edificios conservados.
Gracias a los restos hallados en la Curia, sabemos el nombre de la Ciudad y los principales personajes históricos que en ella habitaron. Los restos epigráficos, es decir, aquellas inscripciones en materiales perdurables, nos hablan de Marco Clodio Flacco, que llegó a ser caballero romano y del que se conservan cuatro epígrafes; Cornelia Nelia, su esposa, y otros como Lucio Aemilio Attaeso, Sexto Iunio Silvino y Cornelio Philemon, quienes vivieron durante la primera mitad del s. II d. C.





