A ambos lados de la vertiente pirenaica, la francesa y la española, nace una tradición compartida y que renace de sus cenizas en cada noche de San Juan. Esta tradición ha sido puesta en valor en el año 2015 por su importancia cultural y turística, declarándola Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
La fiesta de las fallas se enmarca en las fiestas del fuego de San Juan, muy comunes en las localidades de montaña y generalizadas en los Pirineos. El fuego es un elemento que despierta pasiones en sus diversas manifestaciones culturales, en la que es el verdadero protagonista.
La simbología de esta fiesta pagana, originariamente, se celebraba en torno al solsticio de verano, una fecha cargada de simbolismo por los agricultores, ya que en muchos lugares significaba el inicio de la cosecha del cereal. Con la bajada de las Fallas se pretendía augurar unas buenas cosechas y asustar a los malos espíritus a través de los rituales de fuego. Para muchos, era un acto de purificación y renovación.
En Ribagorza, los pueblos de Sahún, Montanuy o Laspaules han celebrado estas fiestas de manera ininterrumpida y otros como Aneto, Bonansa, Gabás y Castanesa, lo han ido recuperando. Hay muchos otros en los que ha desaparecido, pero la tesón de sus vecinos puede hacer que algún día acaben bajando las fallas desde el faro.
La fiesta suele ser la noche 23 y 24 de junio, aunque en algunos pueblos se adelanta o se retrasa unos días. El ciclo de la fiesta comienza un mes antes, ya que durante el mes de mayo, los falleros van hacia los bosques para cortar los ejemplares que servirán para preparar las fallas.
Cada pueblo tiene su peculiaridad a la hora de llevar a cabo esta celebración, pero de manera generalista podemos decir que el día 23 de junio, se suben las fallas a la cima del Faro, que es como se llama la hoguera principal desde la que se encienden las fallas. Una vez encendidas descienden las fallas portadas por los falleros hasta el pueblo, formando una serpiente de fuego que se dibuja en la ladera de la montaña. Una vez se llega al pueblo, las fallas se queman en una hoguera central.
En la mayoría de estos pueblos, toda esta fiesta está aderezada por un conjunto de eventos autóctonos, catas gastronómicas de los productos típicos del lugar y bailes tradicionales hasta que llega el amanecer.
Las fiestas de las fallas se mantuvieron en el tiempo por ese deseo de transmisión de las tradiciones de padres a hijos y el sentimiento de orgullo y pertenencia a la comunidad que los ha visto nacer.







