Conocido como Pontarrón, Puente de la Magdalena, de la Cruz o de Abajo es el único puente antiguo que ha sobrevivido en Graus. Se levanta sobre las aguas del Ésera, como otros que hubo en el pasado, poco después de la afluencia del Isábena, en el camino que lleva a Benabarre. El de Santa Bárbara o de Arriba, destruido y sustituido no hace tanto por la moderna pasarela de la carretera que se interna por el Valle del Isábena, era similar. Remontando algo más el cauce estuvo el de Cimolas, coetáneo del primer Pontarrón que se construyó al poco de la conquista cristiana de Graus (1083) y desaparecido ya en la Baja Edad Media. Éste cabe situarlo en el siglo XVI, aunque tipológicamente mantiene las pautas de los últimos modelos medievales, con calzadas más anchas y, eso sí, sin presencia de arcos ojivales.
Su mantenimiento no era menos costoso que su construcción y para ello se recurría a pontazgo o pontaje, un tributo que recaía sobre personas, mercancías y animales. Era un privilegio real, con tarifas reguladas por las Cortes del Reino, que la Corona podía ceder o arrendar en pública subasta, siempre bajo el control del merino de su majestad. El guardián se colocaba en el lomo del puente, veía quién debía declarar y llamaba al collidor o recaudador, quien se acercaba con una balanza, un libro de anotaciones y la bolsa de recaudación. Por la noche, una cadena cerraba el paso.

